¿Existe una historia de las mujeres? Una pregunta simple que hasta hace
algunos años ni se planteaba, pues la historiografía tradicional ha excluido a
las mujeres de la historia “universal” o “general”, ya de manera involuntaria,
o alejándolas de sus programas. En la actualidad, dicha pregunta he encontrado
respuesta, por un lado porque se ha ampliado el campo de la investigación en
éste ámbito, y por otro, por el impacto
(aunque aún modesto) que han tenido la historia de las mujeres y las
historiadoras en el ámbito de la profesión.
Durante la Edad Moderna el papel de la mujer se fue relegando a un plano
privado, motivo por el cual su estudio es un tanto complicado, debiendo buscar
su actuación, en la mayoría de los casos,
de “puertas hacia dentro”, es decir fuera del ámbito público. Las
diferentes fuentes que tratan el tema son escasas, ya que es más fácil y
atractivo seguir hechos extraordinarios de la vida de Isabel I de Castilla o
Germana de Foix que los de una campesina del siglo XVIII que hacía lo imposible
para alimentar a sus hijos e hijas.
El estudio de la historia figurativa de las mujeres como heroínas,
mártires o reinas fue sustituida a partir de los años sesenta del siglo pasado
por la reivindicación del papel de éstas como agentes movilizadores de la
historia. Aquellas que son el eje fundamental de la vida familiar, ya que
trabajaban en el ámbito doméstico o agrícola, dedicándose además a tareas
reproductivas o de cuidados como educar y criar a los hijos o cuidar de los
enfermos. Porque aunque se asocie automáticamente en la Edad Moderna a la mujer
como esposa y madre, relegándola a la esfera privada, no es así. Todos los
miembros del núcleo familiar en la época preindustrial cooperan dentro de la
estrategia familiar de subsistencia.
El matrimonio era la base del sistema y se debía mantener estable para
poder cumplir la tarea principal, asegurar la descendencia familiar para dotar
de súbditos a la Corona. Ana Morte Acín hace una comparación bastante acertada
entre la propia Corona y el matrimonio. Según Morte, así como el rey se
encontraba por encima de sus súbditos en la jerarquía social, en el matrimonio
la mujer estaba subordinada a su marido con el fin de que éste corrigiese el
supuesto “mal” comportamiento de ésta. La mujer estaba considerada como un
elemento de desestabilización de la sociedad e inferior por su naturaleza,
motivo por el que era necesario tenerlas vigiladas. A todo esto se le une la
violencia que caracteriza a la sociedad de la Edad Moderna, lo que agravaba la
situación femenina. La mayoría de edad en el caso de los hombres se conseguía a
los veinticinco años, mientras que las mujeres poseían una minoría de edad
perpetua por su situación de desestabilizadoras de la sociedad, eran
controladas por el padre o hermano hasta que se casaban, si lo hacían, que
pasaban a pertenecer al marido. También es necesario añadir que los moralistas
de la época ya se encargaron de proyectar una imagen negativa de las mujeres,
como Vives o León.
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